El poder de autosugestión de los humanos no debe ser despreciado, ya que afecta a la salud. Si estamos convencidos de que estamos enfermos, nos sentiremos enfermos, y actuaremos como si lo estuviésemos, lo que puede traernos ciertas consecuencias negativas. Lo mismo puede ocurrir, pero con consecuencias mucho más graves, si consideramos que una sustancia, una enfermedad o una actitud no conlleva riesgos. Las expectativas sobre un medicamento pueden alterar nuestra percepción de sus efectos. Así que los expertos se preguntan ¿Cómo hay que informar a un paciente para que no se asuste o sugestione ante los posibles efectos adversos de un medicamento o prueba?
Una revisión sistemática y metanálisis reciente sobre los efectos de las vacunas de la COVID-19 investigó cuál era la frecuencia en la que aparecían los efectos adversos en los grupos placebo de los ensayos clínicos (un total de 45.380 participantes) de estos preparados. Así, si bien la mayoría de los efectos adversos notificados aparecieron en los voluntarios que recibieron la vacuna, hubo un número ‘significativo’ de reportes en los voluntarios placebo (35,2% tras la primera dosis, 31,8% tras la segunda). Aun así, los acontecimientos adversos atribuibles al efecto nocebo en ambos grupos representaron el 72% tras la primera dosis y el 52% tras la segunda.
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