El cuerpo infantil carece de ornamentos sexuales porque la selección natural ha favorecido el desarrollo físico y emocional necesario para la socialización sexual en etapas posteriores, como la adolescencia. Los progenitores tienen un papel crucial en la educación sexual, ayudando a prevenir comportamientos disfuncionales hipersexualizados y promoviendo un desarrollo saludable en los niños.





