El sexo de las personas determina qué tipo de síntomas sufren de una determinada enfermedad e incluso la gravedad de la misma. Por desgracia, la investigación biomédica se ha centrado en el estudio del sexo masculino, asumiendo que las personas de sexo femenino tendrían los mismos síntomas y tratamientos. Sin embargo, no es así. Tampoco en las enfermedades del espectro autista.
Hay patentes diferencias de género en el autismo. El número de mujeres diagnosticadas es mucho menor que el de hombres y, en general, se comenta a menudo que los casos en ellas suelen ser más graves. Sin embargo, se ha visto que en muchos casos la realidad es que ellas son capaces de enmascarar su autismo y consiguen pasar desapercibidas en un mundo social donde los autistas son frecuentemente víctimas de acoso. Aunque tienen dificultades para comprender las relaciones sociales, muchas niñas autistas son expertas imitadoras del comportamiento social de otras personas. En su forma de hablar y en los temas que tratan, se parecen más a los niños neurotípicos que los varones autistas. Esto puede explicar por qué, a primera vista, la gente tiende a subestimar las dificultades de las niñas autistas y que muchas no pasen por programas de cribado y detección temprana del autismo y queden sin diagnosticar. En bastantes casos, el autismo se confunde con uno de sus subproductos, la ansiedad.







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