¿Tiene una mujer no musulmana que cubrirse en un país musulmán?

Imagino que, si no habéis vivido en un país de mayoría musulmana, quizás no os lo hayáis planteado. Yo tuve que hacerlo cuando empecé a trabajar en Oryen en colaboración con la MINUSOR, la misión de paz de la ONU. Al principio no me dio mayores dolores de cabeza, pero después… ¡Bufff! No os lo podéis imaginar.

En mi primera reunión de coordinación con los cascos azules salió el tema de una manera inesperada para mí. Cuando trabajas bajo el paraguas de la ONU suscribes que un estricto código de comportamiento: todo el personal debe respetar las leyes, costumbres y prácticas locales, así como tratar a los habitantes del país anfitrión con respeto, cortesía y consideración, actuando con imparcialidad, integridad y tacto. A mí esto me parece lógico, no vas a entrar en casa de otro como elefante en cacharrería ¿Verdad? Dado que yo, como buena bióloga, no voy lo que se suele considerar precisamente «femenina», y menos para trabajar, no pensé que fuese un problema.

Pero según mi jefa, Rania, musulmana de origen tzargano, yo tenía dejar de utilizar mi ropa habitual para adherirme al hijab, es decir, el código moral de vestimenta recatada de las mujeres. Y me callo «musulmanas» porque a mi madre las monjas en el colegio también le hacían vestir así. Ir recatada consiste en lo que ya todos sabéis: nada de ropa ajustada, ni que deje ver claramente la fisonomía femenina, incluido el pelo.

Imaginad la cara que puse cuando dijo a las claras que para evitar provocar a los hombres debía llevar ropa holgada y cubrirme la cabeza como ella y mis compañeras. Ruwa, la joven matrona indonesia llevaba una Al-Amira, Janan la matrona experimentada marroquí, un pañuelo clásico (hijab) del norte de África y mi jefa el ligero pañuelo o shayla (ver figura más abajo). Por eso pensé que sería más abierta de mente ¿Provocar a los hombres? Pero si, a día de hoy, están hartitos de ver en Internet mujeres desnudas o con vestimentas extravagantemente provocativas ¿Se van a excitar por verme a mí con un forro polar del mercadillo y una coleta?

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Goldschmidt y Alameda. Cómo identificar los velos islámicos. El País 16 de Agosto 2016

Y lo que me molestó no fue que me pidiera que adaptara mi indumentaria, sino cómo lo hizo, apelando a una superioridad moral religiosa. Yo no soy religiosa, pero tengo mis principios y convicciones que también merecen respeto. Mi madre, mi abuela y muchas otras mujeres previamente, tuvieron que pelearse con mucho sufrimiento y humillaciones para que nosotras, ahora, podamos ponernos la ropa que nos apetezca. Ha sido parte de la liberación de la mujer, como la disponibilidad de métodos anticonceptivos y el acceso al mercado laboral. Vale que quiero evitar ofender las costumbres de estas gentes, pero ¿A costa de sacrificar mis derechos adquiridos? No, de ninguna manera.

Afortunadamente, el capitán de los cascos azules, aparte de estar como un pan con queso, terció en mi defensa (perdón por la salida de tono, pero las cosas como son). Me aclaró que la ONU es especialmente exigente en cuanto a la igualdad de género y el derecho de las mujeres a comportarse libremente y que ellos garantizarían mi integridad física y moral ante cualquier agresión física o verbal. Me explicó que había habido casos de agresión sexual a mujeres occidentales, sin vincularlo a su indumentaria, algo que culpabiliza a la víctima y sustenta inadvertidamente lo que se llama la «cultura de la violación». Aunque me pidió pragmatismo y prudencia este enfoque me gustó mucho más. Mi propuesta fue vestir ropa holgada de campo y un gorrito como el que llevan las soldados, en vez de ropa femenina vinculada a roles y servidumbres religiosas. A mi jefa no le gustó ni un pelo, pero Marc, el capitán, me respaldó y zanjó la cuestión sin dejarle abrir el pico. Afortunadamente, hay hombres que son conscientes de la humillación que supone para una mujer que se siente orgullosa de ser lo que es, tener que esconder su naturaleza porque unas normas injustas así se lo imponen ¿Por qué los hombres no están sometidos a códigos similares?

Y lo más triste de todo es que en la mayor parte de los países musulmanes, las madres de las mujeres como Rania, que hoy se enorgullecen de vestir de manera recatada, vestían con mucha más libertad, sin temor a «provocar» u «ofender» a los hombres que las rodeaban. Y si no, echad un vistazo a este artículo: «El velo no es sinónimo de Islam. En el pasado, muchas mujeres musulmanas lo ignoraban». No podrías diferenciar las fotos de los años 60 y 70 de los países árabes de las de cualquier país de Europa. En el pueblo de mi madre vestían más antiguas ¿Por qué nos ponen siempre a las mujeres en el brete entre renunciar a nosotras mismas o renunciar a nuestras culturas? ¿Tan grave es que seamos libres de ser como somos?

Los hombres como debe ser, racionales y equilibrados (es decir, la mayoría), no se sienten provocados u ofendidos por la vestimenta o desnudez de una mujer. No podemos aceptar esto porque es falso. Y tampoco podemos aceptarlo porque va dentro de un paquete en el que las mujeres somos consideradas un objeto que provoca, desestabiliza y molesta a los hombres y, por ende, a la sociedad que, como todos sabemos, se sustenta sobre los racionales y equilibrados hombros masculinos. También estaremos aceptando que aquellas mujeres que no visten con «recato» deben ser castigadas y se merecen, por ejemplo, que aquellos a los que provoca, las sometan. Estas creencias conducen a la eliminación de las mujeres de la vida pública, de su derecho a elegir pareja e incluso de decidir sobre su propio cuerpo o disfrutar de él.

Empezamos por dejar que nos convenzan de ocultar nuestro físico de manera «recatada» y terminamos por considerar que nuestros órganos sexuales nos pervierten y deben ser extirpados ¡Por esto os pido vuestra ayuda! Dona una pequeña cantidad al programa contra la mutilación genital de Médicos del Mundo a través de Migranodearena, una plataforma sin ánimo de lucro donde podrás utilizar tarjeta o Paypal de manera segura. Los donativos son transferidos directamente a final de mes a la ONG sin pasar por mis manos. Con 5 o 10 € bastarán ¡Es muy poco! ¡Anímate y ayudarás a detener esta insensatez! Luego dime qué episodios de mi aventuras quieres del Acto 1. Mutilación, matrimonio y otras guerras, y te lo mandaré en unos días. Y si no, al menos, difunde mis denuncias y mi petición en las redes sociales:

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Los personajes, lugares y hechos de esta narración literaria son ficticios, aunque su parecido con la realidad es posible e incluso probable. Las instituciones reales citadas por su relevancia internacional y prestigio no tienen ninguna responsabilidad ni conocimiento sobre la ficción aquí descrita.

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