El polietileno se obtiene de la polimerización del etileno, un compuesto muy volátil que, a la vez, es un derivado del petróleo y una hormona volátil imprescindible para la maduración de la fruta. Es uno de los plásticos más comunes por su bajo precio y la simplicidad de su fabricación. Se generan aproximadamente 80 millones de toneladas anuales en todo el mundo.
Los pélets contienen además toda una serie de aditivos, de distinta naturaleza y potencial toxicidad, que contribuyen a mejorar sus propiedades y estabilidad. Suelen ser pigmentos, antioxidantes, retardadores de llama o filtros ultravioleta.
El reciente informe elaborado por los investigadores del QANAP de la Universidad de la Coruña confirma que, efectivamente, los pélets del vertido son de polietileno, con un fotoestabilizador mayoritario, poco soluble en agua, de nombre comercial Tinuvin 622. En mucha menor proporción, también se han identificado otros tres fotoestabilizadores y once productos orgánicos más. Todos se utilizan habitualmente en la industria del plástico.
Tanto los plásticos como sus aditivos, presentan una toxicidad crónica subletal. ¿Qué quiere decir esto? Que no van a matar de manera masiva e instantánea a los animales o plantas cercanos por su toxicidad de manera inmediata. Sí que podrían causar la muerte a diversos animales por obstrucción de sus conductos, como vías digestivas o respiratorias. También podrían causar la muerte a medio y largo plazo (toxicidad crónica) mediante el desarrollo de diversas enfermedades (toxicidad subletal) y por su interferencia con los sistemas de comunicación intercelular, inmune o endocrino.
Este último fenómeno, denominado disrupción endocrina, es el culpable del aumento de enfermedades autoinmunes, alergias, intolerancias y problemas de fertilidad tanto en humanos como en animales. En el caso de los humanos la toxicidad del plástico y los microplásticos vertidos en el mar no es directa sino a través de la dieta debido a la bioacumulación de los disruptores endocrinos en el pescado y el marisco.
Por un mecanismo ecológico de biomagnificación, las dosis de estas sustancias tóxicas que llegan a los humanos (como a otros depredadores) son muchísimo más altas que las que las autoridades detectan en el mar o las partículas plásticas. Pero sólo serán detectables dentro de años mediante carísimos programas de biovigilancia humana y cuando la intoxicación ya sea inevitable. En el caso de algunas especies de vertebrados amenazadas podrían conducir a la extinción por fracaso reproductivo.
En fin, la conclusión es que un material que presenta toxicidad aguda baja, como el caso de estos gránulos de plástico, puede presentar un gran riesgo ambiental y para la salud humana. Incluso así, el consumo de pescado y marisco en la dieta beneficia la salud adulta y el desarrollo infantil. Las precauciones que se deben tomar son las ya recomendadas por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria respecto a otro polutante, el mercurio, especialmente dirigidas a personas vulnerables, mujeres embarazadas e infancia. Y, por supuesto, se deberían eliminar estos productos del día a día.
En los I Seminarios Pozos de Pasión. Capítulo 1 hablamos con uno de los autores de la Guía sobre Contaminantes Químicos Ambientales Presentes en los Alimentos y nos dejó el enlace directo por si queréis consultarla.
Para más información sobre los contaminantes tóxicos en la salud reproductiva también os recomiendo la microponencia de Helena García en los II Seminarios Pozos de Pasión en la URJC.
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