
Como en cualquier otro ámbito humano, durante la infancia también existe un desarrollo y aprendizaje sexual. La salud sexual futura de cada persona se asentará sobre estas bases. La sexualidad debe estar basada en la autoconciencia, el autocuidado y la autoestima. Para ser sólida, satisfactoria y resiliente, además debe incluir empatía y respeto ajeno.
La selección natural durante millones de años ha producido un efecto particular. A pesar de que exista este aprendizaje y evolución sexual infantil, la infancia humana carece de los «ornamentos sexuales». Los animales en general también carecen de ellos. Estos ornamentos generan atracción sexual en otros individuos. De hecho, niños y niñas tienen características que indican específicamente que son infancia. Por ejemplo, tienen ojos muy grandes respecto al resto de la cara. Esto está destinado a alejarlos de la socialización sexual.
Dicho de otra manera, a lo largo de la evolución, aquellas gentes cuyos hijos e hijas han tenido atractivo sexual antes de la adolescencia no se han perpetuado:
* bien porque esos hijos e hijas murieron antes de poder hacerlo o,
* bien porque sufrieron alteraciones/discapacidades que les impidieron concebir, criar y sacar adelante a su propia progenie.
Cuando utilizamos técnicamente el concepto de «hipersexualización de la infancia» nos estamos refiriendo a la atribución de atractivo sexual a la infancia a través de «conductas proceptivas», ya que carecen naturalmente de los ornamentos sexuales humanos como pechos y caderas anchas en el sexo femenino, y voz grave y hombros anchos en el sexo masculino.
¿Qué son las conductas proceptivas? Pues son aquellas que se despliegan de manera intencional para intensificar el atractivo sexual; en cierta medida es lo que conocemos como «provocación sexual» y se da en ambos sexos, aunque se nos achaque culturalmente a las mujeres. Entre estas conductas proceptivas encontramos gestos, actitudes, indumentaria y decoración de la piel.
La antropología nos cuenta cómo la madurez sexual se graba en la piel en muchas culturas. En la nuestra también, los tatuajes, cortes de pelo y el maquillaje están destinados a dar una apariencia atractiva. En algunas culturas, los labios rojos son un claro mensaje: «madura para el coito». ¿Cómo dirías que se interpreta este maquillaje labial en la cultura actual? ¿Y los tatuajes?
La indumentaria también tiene un claro papel proceptivo que se adapta a cada cultura y época, pero siempre con una base biológica común. En las mujeres se acentúa la diferencia de anchura de las caderas/glúteos respecto a la cintura y se da protagonismo a los pechos, por ejemplo con faldas cortas, escotes pronunciados o prendas muy ajustadas a los contornos. En los hombres se remarca la anchura de los hombros respecto a las caderas, trasluciendo, cuando no mostrando, la musculatura de torso y extremidades con prendas muy diversas. ¿Cuántos anuncios de ropa infantil muestran atractivos aviadores con cazadora o decididas jovencitas con bolso y oscuras gafas de sol?
Hablemos, por último de gestos y actitudes que van desde las más sutiles, como las miradas hasta las más intensas como los frotamientos, pasando por niveles intermedios, como tocarse el pelo o moverse con sensualidad. A pesar de su base biológica (son muy parecidas en otros primates) no nacemos sabiendo cuándo, cómo y con quién desplegar estas conductas. Es un aprendizaje gradual, mediante la observación en la infancia y su práctica progresiva durante la adolescencia, en concordancia con el avance de la madurez sexual orgánica. Y lo que es aún más importante, con la guía y el acompañamiento reconfortante de padres y madres ya conocedores experimentados de toda la potencia afectiva, la tempestad emocional e impacto social que provocan esos gestos, actitudes e indumentarias.
Si la selección natural ha eliminado de manera terca y sistemática aquellos niños y niñas con atractivo sexual y les ha dotado con rasgos infantiles es porque la socialización sexual precoz es perjudicial para su íntimo desarrollo sexual. ¿Por qué nos empeñamos en disfrazarlos de adultos y enseñarles conductas que perjudican su desarrollo afectivo-sexual y su futuro reproductivo y, sin embargo, nos da vergüenza enseñarles cómo cuidar y respetar su propios órganos sexuales? ¿Por qué dejamos que bailen «perreando», pero no les explicamos qué es la excitación sexual?
Desgraciadamente, la ciencia aún no tiene una respuesta integral a estas cuestiones, sin embargo, sí que existen evidencias de cómo prevenir la hipersexualización precoz y sus nefastos efectos. Desde la Clínica Universitaria de la URJC te ofrecemos un programa formativo breve, flexible y económico donde podrás obtener las claves y, lo que es más importante, una red de apoyo de personas igual de interesadas que tú en promover la salud infanto-juvenil.
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