Pues sí, pues sí. Cuando los médicos epidemiólogos se ponen a estudiarlo, los datos que nos cuentan son sorprendentes. Lo lógico sería que las enfermedades de las mujeres estuvieran relacionadas, por ejemplo, con las anemias debidas a la menstruación, o con los embarazos o algo así ¿No? ¡Pues no! Las enfermedades que nos machacan a las mujeres son debidas a nuestro «trabajo».
Me explico ¿Cuál es el «trabajo» de las mujeres? Pues, como todos sabéis, a las mujeres tradicionalmente se nos ha asignado el trabajo doméstico: cocinar, ir a por los alimentos y el agua, limpiar, cuidar de los hijos, de los ancianos, de los enfermos, etc. Incluso en nuestros países «desarrollados», a pesar de que las mujeres tenemos estudios y profesiones de todo tipo, aún seguimos, de hecho, ejerciendo esas tareas. Por mucho que nos quejemos y pidamos ayuda. Aún falta mucho camino para que sean totalmente compartidas entre hombres y mujeres.
Os voy a trasladar los datos que ha resumido la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 10 datos sobre la salud de la mujer. Pero yo los voy a organizar a mi manera (para eso soy de Usera) y voy a intentar aclarar lo que quieren decir.
- Hasta un 20 % de las mujeres declaran haber sufrido abusos sexuales ¡antes de los 15 años! con consecuencias para su salud como embarazos infantiles, contagio de enfermedades venéreas y SIDA y depresiones.
- Cuando son adultas, entre un 15% y un 71% de las mujeres sufren violencia física o sexual por parte de su propia pareja. Los datos varían en función de los estudios, y los países donde se realizan.
- Se prevé que un 30% de las niñas serán casadas antes de los 18 años. Su inmadurez, y su falta de formación sexual/reproductiva, las convierte en víctimas del SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual así como de embarazos demasiado precoces.
- En general, el maltrato y la violencia sexual tienen graves consecuencias para la salud de la mujer, ya sea en forma de embarazos no deseados, de infecciones de transmisión sexual, depresión u otras enfermedades crónicas.
- El número de mujeres contagiadas por SIDA va en aumento cada año. En el Caribe el 43% de las mujeres están infectadas y en el África subsahariana superan el 60% debido, en muchos casos, a agresiones sexuales o a la negativa de sus parejas de usar preservativo.
- El humo de los combustibles utilizados para cocinar envenena los pulmones de las amas de casa. En muchos países aún se cocina con leña, carbón u otros combustibles que liberan un humo muy tóxico que se acumula en las casas. Por ello, los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica entre las amas de casa son desproporcionadamente altos.
- Las mujeres tienen más enfermedades oculares discapacitantes. Principalmente debido a que sus familias, con pocos recursos, los reservan para proteger a los varones. Otras muchas veces no se pueden permitir desplazarse a las consultas médicas solas por los riesgos de ser agredidas.
Por lo tanto, estas enfermedades nos matan (o incapacitan) a las mujeres por una cuestión de género (el papel social que desempeñamos), no por cuestiones biológicas o fisiológicas naturales. Vamos a examinar aquellas que, aparentemente, sí que tienen que ver con nuestra biología.
- Diariamente, 1.600 mujeres y más de 10.000 recién nacidos mueren de complicaciones prevenibles del embarazo y del parto. No las previenen porque no tienen información, ni formación sobre su salud reproductiva y sexual y sus familias o maridos no se gastan dinero en pagarles asistencia sanitaria.
- Cada año 14 millones de adolescentes se quedan embarazadas. Su falta de formación hace que cometan errores graves en su propio cuidado y el de sus hijos. Sus embarazos tienen una tasa de complicaciones mayor que en adultas. La mortalidad de sus bebés en los primeros años es también significativamente mayor que la de los hijos de mujeres adultas.
No sé a ti, pero a mí me parece que estos datos también hablan de que los problemas de salud que tenemos las mujeres dependen más del papel social que se nos asigna, que de nuestra biología. Ya me dirás…
El caso es que fue conocer estas injusticias lo que me impulsó a solicitar al Instituto Pasteur en París el puesto de investigadora para el proyecto de Salud Reproductiva y Sexual financiado por la Fundación Internacional Qabek para el Desarrollo y bajo el paraguas de la ONU. La cosa era sencilla, cada uno de los tres años de contrato, yo tenía que ir tres meses a recoger muestras citológicas de mujeres de Oryen. Bueno, en realidad, quienes las recogían eran las matronas del equipo, yo me limitaba a procesarlas, registrarlas y almacenarlas para, posteriormente, analizarlas en París. Con ellas empecé a ver cómo se corporizaban los datos en mujeres reales, nuestras pacientes. Y mi vida empezó a complicarse.
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