¿Rito de ablación o mutilación genital femenina? ¿Tradición cultural o aberración?

El programa de Salud Sexual y Reproductiva es uno de los más importantes de la OMS porque cada día mueren casi mil mujeres por causas relacionadas con la maternidad que, en realidad, deberían ser muy fáciles de prevenir. Mi compañera de penurias y aventuras, Janan, como matrona, me confesó pesarosa que en su práctica diaria era testigo de la tristísima realidad. Le dolía especialmente en el caso de las jovencitas. En comparación con otras mujeres, las jóvenes adolescentes corren mayor riesgo de complicaciones a consecuencia del embarazo, incluso de morir. Sus madres no les cuentan nada por pudor, están completamente desinformadas y cometen muchos errores. Además, en la zona de arabia donde nos encontrábamos, Oryen, es especialmente problemática la práctica de infibulación.

Me confirmaron que era un tipo de mutilación genital. De hecho, Janan la consideraba la peor de todas. Yo no supe en lo que consistía hasta que las matronas me mostraron la entrepierna de una de sus pacientes. Me mareé. Pero no me voy a adelantar, eso fue más tarde en mi historia. El caso es que cuando pregunté si dicha práctica era legal surgieron diversidad de opiniones.

Mi jefa, Rania, era del parecer de que, al ser una tradición arraigada, el Gobierno no debía prohibirla. Según su argumento, cuando el Gobierno interviene y evita que una niña sea sometida al rito de la ablación, la convierte en una paria. Es cierto que en las zonas donde se practica, a una mujer entera se la considerará impura y será marginada por el resto de la comunidad. Tendrá mala reputación por ser sospechosa de promiscuidad. No podrá casarse, ni tener hijos. Le espera el infierno de la marginación.

Sin embargo, su novio, el capitán «tío bueno de ojos azules», calificó la práctica de la infibulación literalmente como una salvajada. Él no pensaba que fuera ni parte de la cultura, ni un rito religioso, sino una de las lacras del país. Parecía bien informado, porque dijo que el Gobierno oryení había perseguido su práctica desde hacía más de un siglo. Según parece, al igual que la adhesión al hijab, la práctica de la mutilación genital que había decaído a finales del siglo XX, estaba retomando fuerza con el auge de los extremismos religiosos de nuestro siglo.

Encima de guapo y con carácter, el tío tenía principios. Seguía subiendo peligrosamente en mi escala de atractivo masculino. La interesante conversación terminó cuando los militares y mi jefa se levantaron. Yo aún no había probado bocado y me quedé para acabar ¡Cómo se rieron las dos matronas de mi cara de pringada cuando me sonrío para despedirse! Normal, porque casi babeé en su cara ¡Qué vergüenza!

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Los personajes, lugares y hechos de esta narración literaria son ficticios, aunque su parecido con la realidad es posible e incluso probable. Las instituciones reales citadas por su relevancia internacional y prestigio no tienen ninguna responsabilidad ni conocimiento sobre la ficción aquí descrita.

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