
Por María Teresa Canelones Fernández.- “Kikirikí”, ¡cantó el gallo! Son las 5 de la mañana. Las mujeres labran la tierra y cuidan el ganado. Las mujeres atienden peones, cocinan a leña, lavan a mano, atienden al marido y crían generaciones en algún campo de América Latina, Asia, África, Europa y el Norte. Por esos predios, caminan descalzas, montan a caballo, alimentan vacas y gallinas, cosechan miel de abejas, y celebran las verduras dándoles bocados a los perros y gatos que circundan sus “fincas”, o las “fincas” de los dueños para quienes trabajan. Ellas, casi siempre, no aplican para la obtención de créditos, pero siguen cultivando la tierra con alegría, y su participación en la economía mundial crece, y muchos no lo saben. Son las 5 de la mañana y las campesinas dicen “salud” con: café, tinto, guayoyito, y mate. Las mujeres rurales de cualquier nacionalidad, las que también garantizan la seguridad alimentaria del planeta, “aunque su trabajo sea subestimado y poco remunerado”…
Mujer y trabajo: una interminable historia de acoso, desigualdad y exclusión — Revista Km0
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