En los últimos tiempos ha ganado actualidad la utilización del concepto de «género» en la lucha feminista. Este concepto social define los atributos asignados a cada sexo por una cultura como, por ejemplo, la consideración del «rosa» como color femenino, o del «valor» como cualidad masculina. Como constructo social, estas asociaciones varían con el grupo humano y con el devenir de los tiempos, y está fuertemente asociado a la cultura, la religión y la moral pero tienen una relación muy irregular, cuando no falaz, con la biología de cada sexo.
Las recientes investigaciones epidemiológicas han demostrado que el concepto de género, y las tradiciones y prácticas asociadas al género femenino tienen un importante grado de responsabilidad en la mayor morbilidad y peor estado de salud de las mujeres (como sexo biológico). Para dar algunos ejemplos, la mayor tasa de ceguera y problemas de vista en las mujeres a nivel mundial no tiene que ver con su fisiología, sino con la menor inversión de las familias en la salud oftalmológica de las mujeres respecto a los hombres. Por otro lado, las mayores tasas de cáncer de pulmón en hombres no tiene una base biológica sino social vinculada al tabaquismo como símbolo de virilidad.
Estas evidencias científicas sobre la influencia del concepto de género en la salud de la mujer han impulsado de tal manera la defensa de la igualdad de género en la lucha feminista que se está olvidando que las mujeres también somos vulnerables a causa de nuestro sexo. Las mujeres necesitamos más recursos sanitarios y sociales que los hombres por nuestra propia biología, no sólo por un desequilibrio cultural basado en el género.
Las personas de sexo biológico masculino que decidan asumir el género social femenino no presentarán la vulnerabilidad asociada a rasgos biológicos propios de las mujeres como sexo. Por ejemplo, no serán susceptibles de sufrir carencias nutricionales debido a la menstruación, ni tendrán una morbilidad asociada al embarazo, parto o puerperio. Las medidas que se tomen para la igualdad de género no subsanarán la vulnerabilidad originada en el sexo biológico de las mujeres.
Por todo ello, para lograr que las mujeres alcancen una igualdad efectiva y ecuánime con los hombres es necesario distinguir entre las medidas tomadas para garantizar la libertad de identidad sexual y de género, de las medidas destinadas a reducir la vulnerabilidad de la mujer y mejorar su salud. De hecho, no deberíamos renunciar a eliminar las injustas esclavitudes asociadas a las imposiciones sociales de género, primando la tolerancia y la libertad individual en la manera de sentir y vivir, como tampoco a la solidaridad entré personas que comparten necesidades u objetivos comunes.
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