Los jóvenes tienen pocas opciones de contrastar que lo que ven en el porno es tan falso como una película de superhéroes, lo cual es un riesgo importante para su salud sexual y la de sus parejas. Por desgracia, la pornografía es intensamente machista, incluso misógina y reproduce las fantasías de personas con complejos y carencias que, en muchos casos, materializan en escenas y prácticas violentas que ni satisfacen los deseos sexuales, ni dan placer corporal, tan solo dan rienda suelta a deseos de un poder y dominancia del que carecen en la vida real.
Y lo que es más preocupante, los adultos no quieren hablar con los jóvenes por pudor o vergüenza, dejando en manos de la industria del porno su educación sexual y reproductiva. Hablar de sexo no es una perversión, es hablar de salud.
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