En mi serie de novelas solidarias Pozos de pasión encontrarás aventuras, emoción, valentía, lucha de sexos y erotismo a mansalva ¿Quién da más?
Esa era la consideración que le merecía nuestro trabajo al sargento Olivier Babineaux: atender a las señoras en sus cosas. Proteger la salud de la mitad de la población mundial les parecía poquita cosa a los militares que nos escoltaban. Mejorar esa parte de la salud que permite que «las señoras» sean madres de toooda la población mundial es algo nimio.
¡Señores! ¡Todos ustedes tienen madre! Y a todos les gusta hacerles hijos a sus señoras ¿verdad? Para ser “cosas de señoras” afectan a mucha gente. Pero para el ejército es poco honor. Claro, es mucho más viril, y de importancia mundial, liarse a tiros por el control de unas minas de diamantes, de iridio o de coltán en el Congo o la República Centroafricana como en la Operación Sangaris.
Que, fíjate tú, que por falta de coltán Sony tuvo que retrasar el lanzamiento de la Playstation 2 en su día ¿Y si vuelve a pasar? ¡Qué desastre para la población masculina mundial!
Su trabajo respecto a nosotras era simplemente «Evitar que los marrulleros locales molesten a las señoras mientras hacen sus cosas». O algo así dijo. Luego se tuvo que tragar sus palabras ¡Con patatas! (del tamaño de sandías)
Los ataques contra los programas de salud reproductiva y sexual de las mujeres son sistemáticos en las culturas patriarcales tradicionales porque dan a la mujer la capacidad de hacer una planificación familiar que le permita mantenerse a ella y a sus hijos sin depender de un hombre. Porque eso es lo que les j…, bueno, les desbarata su cómoda vida de sucios parásitos inservibles ¡Es que no puedo, me caliento! Mejor me callo. Lee mi historia.
Deja una respuesta