Mimunt Hamido hace una interesante reflexión sobre una característica del fenómeno del «odio social»: los insultos. Cuando hay más confusión que argumentos y más rabia que razones, muchas personas eligen el insulto para enfrentarse a quienes generan en ellas esa confusión.
En mi opinión esa rabia probablemente esté ahí de antes y suele nacer del maltrato, la injusticia y el miedo. Un miedo que oscurece la perspectiva de quién está de tu lado y quién te volverá a hacer daño. Impulsa al individuo a denostar irracionalmente a quien expresa una idea conflictiva para su conciencia o sus expectativas vitales.
Los insultos son expresión de intolerancia, pero también de miedo y de agresividad. Cuando esa agresividad es ciega, irracional, no va dirigida al individuo como tal sino a todo su linaje, entorno o cultura. Insultar a la familia es un síntoma de algo mucho más grave que una simple antipatía puntual. El lenguaje hace visible mucho más que una antipatía o rechazo.

Mimunt Hamido Yahia
Te despiertas una mañana de domingo algo gris, el cielo barrunta lluvia, te preparas el café y piensas en disfrutarlo leyendo la prensa, pero antes ves que tienes en tu ordenador cientos de notificaciones, la curiosidad te puede y entras a echar un vistazo. Personas queridas, otras desconocidas que se alegran contigo porque tu libro por fin está escrito, acabado y camino de las librerías. Ha sido un camino duro y largo y te alegra que se alegren porque lo has escrito para ellas y ellos. Para reflexionar juntas sobre lo que nos ocurre y por qué nos ocurre.
Sonríes, agradeces, te alegras de ver a amigas con las que hace tiempo que no interactúas…y entonces lees algo que te deja parada: Una mujer que sin haber leído aún el libro me llama puta a mí y de paso a mi madre porque según ella, de madre…
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