De niña me moría de envidia cada 6 de diciembre cuando salía a la calle y veía a mis amigos con coches teledirigidos, monopatines o balones de fútbol. Y yo ¿Qué llevaba yo? ¡Un muñeco inerte al que CAMBIAR PAÑALES! ¡Puaj! Afortunadamente, aunque a mi padre le sabía a cuerno quemado, mi madre lo convenció para que, aparte de la cocinita (con la que, mira tú, sí que disfrutaba), de vez en cuando me cayera un lego o un mecano.
Las caras de sorpresa del capitán-tío-bueno ingeniero y el teniente-qué-poco-sabes-de-mujeres geólogo al ver que yo reconocía un mapa geológico y sabía lo que era un georradar me produjeron una sensación parecida: frustración incrédula (descarga el Acto 1. Mutilación, Matrimonio y Otras Guerras). Pero ¡Capullos, que soy doctora en Ciencias! ¿Por qué a dos oficiales franceses de los cascos azules les puede sorprender que una doctora en biología entienda algo de geología? ¿Con qué tipo de mujeres se relacionan? No me lo digáis. Viendo el ratio de mujeres en el ejército, con muy pocas.
Así que, Reyes Magos, por favor, no hagáis que los pequeños se sientan frustrados por tener gustos o aficiones artificialmente asignados al otro género. Jugar a las cocinitas, a disfrazarse o a limpiarle el culito a muñecos no es femenino, ni nos gusta por naturaleza sólo a las chicas. Al igual que jugar a vídeo juegos de coches molones, el fútbol o hacer legos de naves estelares no es masculino, ni les gusta solo a los chicos ¡No les encasilléis tan pronto! Dejadles libertad. Todos esos juegos entrenan igual de eficazmente a futuros padres y madres, pediatras, cocineros, ingenieras, artistas y futbolistas del futuro (cómo me gustan las palabras sin género).
Aquí os dejo un vídeo cortito, por si sois más de perfil audiovisual que literario.
Deja una respuesta