Últimamente hemos logrado poner sobre la mesa de la actualidad social y política las «violencias contra las mujeres». Me englobo entre las activistas que estamos trabajando por que esto sea así. Entre dichas violencias se encuentra la violencia obstétrica, un fenómeno reconocido por la OMS y presente tanto en las sociedades en desarrollo como en las desarrolladas.
Pero ¿qué significa «violencia»? ¿A qué nos estamos refiriendo? Si consultamos el diccionario, un acto violento implica el uso de la fuerza física o moral. La mutilación genital femenina es un claro ejemplo de uso de la fuerza contra las mujeres, así como el matrimonio forzado, la esclavitud sexual, los abusos sexuales o el maltrato en la pareja.
Sin embargo, no todas las violaciones de los derechos humanos de las mujeres implican violencia. Las mujeres estamos sometidas a una discriminación y una falta de oportunidades que atenta contra nuestro derecho a la igualdad con los hombres también de maneras no violentas. De hecho, en muchas ocasiones son incluso sutiles, como la falta de investigación de patologías asociadas a las «tareas femeninas» o la exclusión de las hembras en los estudios científicos y preclínicos con animales.
Las agresiones violentas contra las mujeres son una emergencia que requiere de una acción inmediata para su cese, ya que peligra la integridad de la persona, e incluso su vida. En mi opinión, no debemos invisibilizar a este tipo de víctimas urgente poniendo al mismo nivel humillaciones y coerciones violentas, con discriminaciones injustas.
El parto es un momento crítico y extremadamente doloroso que pone al límite la anatomía y la fisiología de una mujer. Es, probablemente, el momento más vulnerable de su vida, tanto física, como anímicamente. Los expertos apuntan a que una de las características peculiares de nuestra especie es la necesidad de que una segunda persona coopere con la madre para el alumbramiento. Muchos bebés y madres mueren si no consiguen esa ayuda externa, simplemente por las características naturales de la pelvis y el cráneo humano. El papel de matronas y/u obstetras es algo más que un apoyo moral y, de su pericia técnica y manual dependen la salud y la vida de parturienta y neonato en más ocasiones de las que se piensa.
Es obvio que es necesario erradicar los comportamientos humillantes o coercitivos por parte de las personas que atienden a una parturienta, sea cual sea su denominación. También es imprescindible darle una información fidedigna y experta para que pueda tomar decisiones sobre su propio parto. Sin embargo, también es necesario reforzar el vínculo de confianza entre la mujer y el personal sanitario experto formado para prevenir desgracias. Por ello debemos plantearnos ¿Qué es violencia obstétrica? ¿Qué es mala praxis? ¿Qué malas experiencias son inherentes al propio proceso del parto? ¿Tiene la mujer toda la información relevante? ¿Deben las embarazadas preocuparse por sufrir violencia obstétrica?
Últimamente se habla de la posibilidad de legislar la violencia obstétrica para poner fin a las experiencias negativas de muchas mujeres en los paritorios. ¿Es de verdad tan grave? ¿Necesitamos en España una ley específica que lo regule?
Origen: ¿Por qué se ha puesto de moda hablar de violencia obstétrica (y qué hay de cierto)?
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