En mi serie de novelas solidarias Pozos de pasión encontrarás aventuras, emoción, valentía, lucha de sexos y erotismo a mansalva ¿Quién da más?
Vomitivo. Ni siquiera sabía lo que estaba viendo. Cuando Janan me lo ofreció, en mi ingenuidad pensé que, aunque desagradable, sería capaz de observar incólume la lesiones de una infibulación, la mutilación genital más brutal, la tipo IV. No podía estar más equivocada.
Cuando intenté reconocer las partes de la vulva de la adolescente que esperaba en la silla ginecológica, simplemente mi cerebro fue incapaz de identificar las imágenes que mis ojos le mandaban. Aquello no parecía una entrepierna humana, ni masculina, ni femenina.
¿Dónde estaban los labios de la vulva? ¿Y la vagina? La matrona me tuvo que aclarar que no los identificaba porque no estaban. A aquella chica le habían practicado la «circuncisión faraónica» a los doce años, un eufemismo que demuestra el arraigo cultural que la infibulación tiene en esa zona del planeta.
Pero no es equivalente, en absoluto, a una circuncisión simple como la que se realiza a los hombres. A ellos se elimina parte del prepucio, el pliegue de piel que recubre el glande ¡La extirpación del clítoris sería equivalente a la extirpación del pene! Pero es que a esta chica, además de extirparle el clítoris, le habían cortado los labios menores y habían cosido los labios mayores dejando sólo una apertura de apenas centímetro y medio para orinar y dejar salir el flujo menstrual.
Según parece, en las zonas urbanas existen médicos y matronas que se prestan a realizar mutilaciones en quirófano aséptico y bajo anestesia, lo cual la OMS considera éticamente reprobable. Pero en las zonas rurales, suelen realizarlas mujeres sin formación sanitaria, sin anestesia y en condiciones poco higiénicas. Simplemente inmovilizan a la criatura aterrorizada mientras la mutilan con una hoja de afeitar.
Como imaginarás, en semejantes condiciones, las hemorragias, infecciones y el daño al sistema urinario de las niñas son muy frecuentes. Incluso el shock traumático durante la intervención puede ser muy grave, descontando el inevitable trauma psicológico, aunque todo vaya bien.
